Y hoy vamos a hablar … de cómo debe ser un taller de orfebrería…
Porque en el arte de tallar y labrar objetos artísticos independientemente de cuáles sean, de qué utilidad tengan, de qué material o aleación estén hechos y con qué técnica se hayan trabajado es muy importante el espacio en el que tanto el maestro orfebre como un alumno amateur recién iniciado en este oficio puedan poner en práctica todos sus conocimientos en este ancestral arte que se remonta a ni más ni menos que la prehistoria.
¿Por qué es tan importante el espacio de trabajo?
Porque, al igual que en el resto de profesiones y ocupaciones, en orfebrería como en cualquier otro oficio artesanal quiénes ejercen esta profesión aunque no sufran un desgaste físico intenso y severo como sí ocurre por ejemplo en profesiones relacionadas con la industria de la construcción, no quedan exentos de correr ciertos riesgos en el desarrollo de su actividad sobre todo por la utilización de herramientas mecánicas que pueden atentar contra su seguridad.
Por esa razón en orfebrería la prevención de riesgos laborales se convierte en una prioridad y la adecuación del espacio de trabajo el primer paso que hay que dar.
Un taller de orfebrería debe cumplir con ciertos requisitos y ciertas condiciones ambientales como:
– Disponer de un espacio amplio y diáfano sea cual sea su tamaño para poder tener organizados todos los materiales, la maquinaria y las herramientas con las que trabajamos.
– Contar con grandes ventanas o ventanales a través de las cuales pueda entrar luz natural a lo largo del día pero, en caso de no ser posible, contar con fuentes de iluminación que sean suficientes y adecuadas para trabajar cómodamente con el fin de no padecer alteraciones visuales que puedan perjudicar nuestra vista.
– Mantener un ambiente libre de congestión y abotargamiento ventilando el espacio diariamente y regulando la temperatura para evitar una atmósfera de calor excesivo o de frío extremo que entorpecerá indebidamente nuestro trabajo.
– Instalar una mesa de trabajo espaciosa y despejada en una zona que no sea de paso para evitar interrupciones innecesarias y poder trabajar con total tranquilidad, procurando limpiarla y ordenarla después de su uso (tema del que hablaremos ampliamente en otro post).
– Hacer uso de una silla ergonómica, generalmente un taburete regulable, en el que podamos ajustar la altura para posicionarnos correctamente con respecto a la mesa de trabajo, evitando encorvar la espalda y el cuello y situar los brazos a la altura del pecho perdiendo así margen de maniobra y agilidad en la tarea.
– Servirse de un equipo de protección individual, que responde a las siglas de EPI, compuesto básicamente por unas gafas protectoras, una mascarilla y unos guantes con los que evitaremos sufrir cualquier tipo de lesión ocular y respiratoria además de posibles heridas producidas por un uso inadecuado de las herramientas o un simple despiste.
– Y, por último pero no por ello menos importante, es recomendable ambientar el espacio de trabajo con todo aquello que pueda hacer que nos sintamos más cómodos mientras trabajamos como puede ser poner música de fondo.
Por otro lado y aunque esto no tenga nada que ver con el espacio de trabajo pero sí con la prevención de riesgos laborales, no debemos olvidarnos de cuidar las posturas corporales durante las horas de trabajo para evitar la sobrecarga de la musculatura.
Para ello se debe realizar cada media hora una pausa de unos cinco minutos de duración aproximadamente y estiramientos antes y después de cada sesión ya que de esa manera reduciremos la tensión muscular, mejoraremos la coordinación de movimientos, optimizaremos nuestro rendimiento y, lo más importante, nos libraremos de sufrir posibles lesiones innecesarias.
¡Hasta aquí nuestro post de hoy!
(Y ya sabéis… ‘En caso de duda… ¡Mar al Vent os ayuda!’).